Dickens y las ciudades

Charles Dickens comenzó su obra “Historia de dos ciudades” de forma magistral, y lo hizo así : «Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos». El citado libro lo leí hace años, y hoy me ha venido a la memoria.

Dickens se refería al año 1775, y continúa parejamente relatando los siguientes años, tomando como referencia Londres y París. Imagino que sin estar en 1775, puede decirse la frase del comienzo en casi cualquier tiempo : tiempos malos y buenos, de luces y sombras.  La convulsa París, el Londres del pillaje, la vida de personajes relacionados con ambas ciudades de una u otra manera, componen una novela que discurre entre la historia de los libros de texto y la literatura más propia de Rousseau. Creo que nunca nadie que se acercó al siglo XVIII francés, pudo hacerlo sin sentir una gran simpatía por ese pueblo oprimido y extremadamente pobre, que cansado de  malvivir, monarcas ostentosos o nobleza despilfarradora, se levantó contra todo aquello. Yo he tenido la oportunidad de visitar el Palacio de Versalles, y siempre he comentado que viendo aquel derroche de riqueza era comprensible que sus habitantes acabaran pasando bajo la idea de Monsieur Guillotin, cirujano de profesión que  retomó este genial invento del siglo XIII, a los elitistas franceses de ese tiempo. La premonición que parece ser la ruptura de un barril de vino ante la taberna de Defargela liberación de Manette de la Bastillala toma de ésta años después por los ciudadanos  capitaneados por el tabernero y su mujer, el miedo que inspiran mujeres impasibles que a fuerza de dolor y sufrimiento sólo hacen calceta,  la injusta encarcelación de Ebremontel noble que no quería serlo y que a pesar de eso sufre la ira del pueblo, un pueblo que realiza encarcelamientos, juicios y ajusticiamientos improcedentes, tan crueles como los del régimen que habían derrocado,  muestran la otra cara de la  moneda :  la injusticia de la Revolución, un hecho que bajo el amparo histórico y literario parecía tan legítimo y justo. Considerando todo esto, podría pensarse que Dickens muestra este lado cruel de la Revolución por su simple nacionalidad británica, aunque yo lo considero poco probable, pues si alguna sociedad es criticada en la literatura de este autor es la inglesa.  Pero toda esta divagación que seguramente resultará densa de leer, me lleva a un tema que me he planteado más de una vez : las grandes ideas malogradas. La historia en general, y la política en particular, me parecen estar plagadas de ideas fantásticas, que llevadas al extremo terminan por ser tan cruentas como la idea a la que precedieron. Cambiar un régimen totalitario por otro que resulta ser igual, quizás con una simple diferencia del lado político, pero igualmente injusto, es algo que el mundo ha visto y ve en diferentes zonas del mundo.