Comarcal MA-3112
I
Quiero llevarte a donde el sol despierta
en laderas suaves como pechos.
Al regazo dorado de la tierra,
al beso dulce, sin final, del cielo.
Quiero llevarte, suave, de la mano
a la cuna del fruto y de la gracia,
al reflejo maduro del abrazo,
a lo verde teñido de nostalgia.
Quiero llevarte a la alegre primavera
que se enciende al borde del camino,
al azul de colinas en la tarde
al recuerdo remoto de los ríos.
II
Tiene el tiempo su agosto entre bancales.
Casi a punto, cuajados de zarcillos,
–adornos de amazonas ancestrales,
péndulos fieles, y a la tierra fijos–
los mangos sus rubores acentúan
compitiendo en dulzores con las uvas.
Es tierra generosa con las manos
que sus frutos al trópico conquista,
y al corazón le da como regalo
la alegría y las mieles de su pulpa.
El sol hace ovalados sus rayos,
los concentra, los suaviza y los junta
en la carne, que ya es sol afrutado,
lágrimas de sol, transformada en fruta.
Un sol que sube, juega entre las faldas
de las sierras que rondan la Axarquía
y baja hasta la Vega y allí se abraza
a la tierra, y la cubre y fertiliza.
Una tierra que mira hacia el pantano.
Al cielo, a las nubes, hogar del agua,
a la estación que nutre y que verdea,
a la lluvia fina, cantora y mansa.
III
Ven, quiero llevarte un poco más lejos.
A la raíz antigua de esta tierra,
a los ecos dormidos del subsuelo,
al quejido de vides y de higueras.
A los troncos crispados del olivo,
al secreto insondable de la almendra,
al misterio nocturno de los chumbos,
al jolgorio festivo de las huertas.
Ven, quiero llevarte un poco más lejos.
Quiero verte en la amapola, y que veas
como esparce la brisa sus colores,
cómo pinta de rojo las veredas.
Quiero darte la esencia del hinojo
sus encajes, su verde, su fineza.
Quiero darte la luz hecha manojos,
quiero llevarte a donde el sol despierta.