jueves, 25 de abril de 2024 00:00h.

El camino negro

Artículo de Ramón Pérez

Panini Comic no para de maravillarnos con novedosas historias. El guionista Brian Wood, y los dibujantes Garry Brown, Dave McCaig y Steve Wands nos ofrecen una historia llena de acción, sangre y venganza. 

Las cosas no pintan bien por Norsk (o Noruega, para que nos entendamos), ya que el país se encuentra en mitad de la reconversión al cristianismo, y lo que antes era una civilización marcada por sus costumbres y creencias, ahora es una tierra en la que nadie se fía de nadie y la vida tiene un precio muy barato. No es de extrañar cuando pasas a ser, de la noche a la mañana, un sucio pagano que arderá eternamente en el infierno por no pertenecer a la secta que ahora tiene el monopolio europeo. Con esta situación tan delicada, nuestro protagonista, Magnus el Negro, recibirá una extraña oferta por uno de estos curas que ahora campan a sus anchas en su tierra: deberá escoltar al padre Farina desde Iskfold a un pueblo al lado de la costa de Hammaruskk, recorriendo el mortal camino negro que lleva hasta ese lugar. Debido a su pasado como guerrero y como persona que no siente un gran apego por la vida, acepta la suicida oferta a pesar de saber el peligro que ello conlleva. Lo que no se puede imaginar el bueno de Magnus es que la religión está podrida y lo que comenzará como una mera misión de guía a través del camino negro, se terminará convirtiendo en una búsqueda de respuestas y una venganza cuasi catártica. Y es que no te puedes fiar nunca de un cura…

Me ha parecido simplemente genial cómo ha sabido volver a retomar la temática vikinga Brian Wood para contarnos otra historia que bien podría haber entrado en su recopilatorio nórdico llamado Northlanders. Sin perder ese halo de originalidad que poseía su anterior obra, en Black Road se centra en el protagonista, Magnus, presentándonos todo lo que sucede en la historia desde el punto de vista de este personaje y usando sus pensamientos como locutor interno de su cómic. Apoyándose en personajes como Julia, la hija del padre Farina, o Kitta, la herrera del pueblo, que es mucho más de lo que aparenta. Todo ello condimentado con una conspiración cristiana de una facción norteña que posee un arma bíblica y pretende separarse del catolicismo canónico y convertirse en el nuevo papado europeo. Como cabría esperar, la cantidad de peleas, muerte y sangre es la normal para este tipo de historias. De he­cho, la base en la que sus­tenta la personalidad de nuestro protagonista es la de haber sido un luchador o guerrero durante su juventud. 

Pero toda esta historia se quedaría en nada si no hubiese un narrador visual tan bueno como Garry Brown. El dibujo sucio y oscuro del artista escocés es una auténtica gozada visual y logra transportar al lector a esos páramos fríos y lúgubres que identifican una tierra diezmada por el desconcierto, el miedo y la muerte. Siendo minimalista con sus fondos y los detalles lejanos, consigue recrear perfectamente la acción en sus viñetas en las situaciones de lucha, contrastando con la quietud y soledad en los momentos en los que la acción pasa a ser algo meramente anecdótico. Si hay algo que realmente me gusta de este dibujante es la cantidad de entintado que utiliza para jugar con las luces y sombras, poniéndoselo francamente fácil a Dave McCaig a la hora de colorear la obra.