viernes, 19 de abril de 2024 00:00h.

Josefina Carabias en mi recuerdo

Artículo de Margarita García-Galán

El Congreso de los Diputados prepara las bases del premio ‘Josefina Carabias’, en homenaje a la que fuera primera mujer periodista profesional de España, y que distinguirá cada año al mejor cronista parlamentario.

Escribí una vez sobre ella cuando empezaba a publicar mis escritos. Fue una carta imaginaria, con destino a ninguna parte, que pretendía airear un recuerdo entrañable. Era mi pequeño homenaje a la gran periodista que fue, y a la mujer amable, discreta y sonriente que formaba parte de mi familia. Recuerdo que la escribí mirando una vieja fotografía donde ella aparecía con su impenitente sonrisa sentada en el tronco de un árbol, junto a mi padre y otras personas queridas de mi familia. “Ha pasado tanto tiempo de la escena en blanco y negro que ven mis ojos ahora, que apenas recuerdo los rostros que me miran desde un paisaje amarillento, desdibujado y lejano, como esos recuerdos que duermen en algún rincón de mi memoria. Entonces no te conocía, ni siquiera sabía que eras ya una gran periodista. Todavía no me interesaban los libros ni los periódicos, solo me gustaba leer historias de príncipes que se convertían en ranas, aunque al final eran felices y comían perdices. Pero en mi casa se hablaba de ti. Mi madre leía tus crónicas y las comentaba en voz alta: Mira lo que dice hoy tía Pepita, niña. Qué bien escribe y qué bien se entiende lo que cuenta”.

Recuerdo esas crónicas sencillas, acertadas y amenas, que en la voz de mi madre me acercaban a ella. Oí muchas veces contar cómo quiso estudiar a pesar de la oposición familiar. En una sociedad tremendamente machista, se pensaba que las mujeres habían venido al mundo “a parir y amamantar”. Ella, tan menuda y frágil de aspecto, demostró sobradamente que las mujeres podían hacer muchas más cosas. Y con la ayuda de un joven juez, su primo, empezó a estudiar Derecho. “Yo le debo al primo Eduardo, además del cariño familiar, la afición al estudio. Él me explicaba el Derecho romano, mezclado con la Historia, como si fuera una novela”. Josefina Carabias terminó Derecho, aunque nunca ejerció de abogada porque decía que, en un mundo de hombres, la gente prefería que la defendiese, antes que una mujer joven, un hombre con experiencia. Y se hizo periodista. La joven abulense empezó a escribir, a contar “lo que veían sus sorprendidos ojos de moza de Arenas de San Pedro”. Sus reportajes eran siempre temas sociales: la falta de trabajo, la miseria, la atención a la infancia y, sobre todo, la situación de la mujer. Por aquel entonces, yo pasaba algún verano en su pueblo y sabía de ella a través de la familia. Aún recuerdo el semblante campechano de su padre, Feliciano, con su sempiterno cigarrillo consumiéndose en los labios, salpicando de ceniza las solapas de su chaqueta. Yo imaginaba a su hija en Washington, donde era corresponsal. Ella, con su máquina de escribir, contando historias entre rascacielos. Yo, en su pueblo, soñando primaveras ajena a los sucesos, ignorante de todo lo que no fuera jugar al lado del único rascacielos que conocía: un viejo campanario de piedra coronado por un nido de cigüeñas.

Hoy la recuerdo con el orgullo íntimo de saber que un premio de periodismo llevará su nombre, y pienso en lo que disfrutaría ese primo suyo al que ‘defraudó’ no vistiendo la toga, y al que dedicó un emotivo artículo en Ya cuando murió. Envuelta en ausencia, miro la vieja fotografía que guarda un momento feliz en un olivar verdeado de aceitunas y salpicado de sueños, y siento el pálpito de unas vidas unidas para siempre en el nostálgico ocre del papel. Pienso en ella, que se marchó a Francia y cuando volvió no podía firmar con su nombre lo que escribía. Que contó la actualidad española, cubrió la Transición en el Congreso y defendió los derechos de las mujeres. Periodista, abogada, locutora, corresponsal, escritora... Allá donde esté, el primo Eduardo se sentirá orgulloso de esa alumna aventajada que aprendió con él Derecho. Y aunque nunca lo ejerció, defendió sin miedo, con su prosa limpia y respetuosa, muchas causas difíciles. Su toga fue su pluma.