jueves, 25 de abril de 2024 00:00h.

El pretexto de la economía

El crecimiento económico necesita de energía y materias primas, y estas son finitas. Cuando se agoten, si es que lo hacen, el sistema entra en crisis. Pero, cada vez que ha habido amenaza de escasez, las inversiones a las investigaciones científicas y tecnológicas han favorecido la explotación de los recursos existentes; descubriendo nuevas  energías y materiales.

La historia humana, en cuanto a la explotación de recursos y de nuevas energías, ha estado dominada por dos tipos de ciclos: el ciclo de crecimiento de las plantas y el ciclo de la energía solar. Pero ha sido la revolución industrial la que ha demostrado que no hay límite para la explotación de los recursos, ni  para obtener todo tipo de energías; produciéndose una combinación de energías y de materias primas baratas y abundantes. El resultado ha sido una explosión de productividad. Esa explosión se produjo primero, y sobre todo, en la agricultura. La revolución industrial fue, por encima de todo, la segunda revolución agrícola. Todo se ha mecanizado.

¿Por qué hay tanta gente preocupada porque se nos pueda agotar la energía? ¿Por qué nos advierten del desastre si agotamos todos los combustibles fósiles disponibles? La cantidad de energía almacenada en todos los combustibles fósiles de la tierra es insignificante si se compara con la que cada día dispensa el sol, y de forma gratuita. Es evidente que en el planeta Tierra no carecemos de energía. Pero las circunstancias exigen otros planteamientos, y, por lo tanto, hacerse otro tipo de preguntas: ¿Se han usado bien los recursos para obtener energía? ¿Qué problemas han ocasionado? ¿Cuáles han sido las finalidades del uso energético? 

Si queremos encontrar respuestas, primero, hemos de hacer un análisis de conciencia,  y responder sobre nuestro com­porta- miento en ese pasado ya vivido. Si lo vemos desde la perspectiva de la productividad y del crecimiento económico, y de una vida cómo­da y consumista; entonces hemos cumplido con el objetivo. Pe­­­ro, si la mirada la ponemos en el futuro, en  la sostenibilidad de nuestro planeta Tierra, y en el mantenimiento de una calidad de vida; an­te este planteamiento, tendremos que detenernos en el presente, y cuestionarnos qué errores se han cometido y se están cometiendo. Nos encontramos con la evidencia de problemas como el calentamiento global, y la falta de ética en la producción. Ejem­­­plos de esa falta de ética son las macrogranjas: explotaciones ganaderas intensivas en naves industriales, donde se da una  gran densidad de población de animales hacinados de gallinas ponedoras, de cerdos, vacas... Industria que se opone a la ganadería extensiva tradicional, donde los animales salen al campo y pastan con libertad. Es paradójico que el ‘Homo Sapiens’, actualmente, sea elevado como una especie divina por religiones humanistas. Sin embargo, es cruel ver como los animales de granjas dejan de verse como criaturas vivas que  sienten dolor y angustia; y son tan mal tratados. Seleccionados en ruedas industriales, y reproducidos en masa. El hábitat es un espacio muy reducido. Esto conlleva una ma­la calidad de los alimentos; el abandono de la vida rural tradicional; y problemas ambientales. ¡Paradoja triste, inhumana de la vida!