miércoles, 24 de abril de 2024 00:11h.

La mirada de la luz

Siempre he sentido que hay miradas que llegan hasta el alma, como es la mirada de la luz de nuestra tierra axárquica: profunda y mediterránea. Nos lo confirma Antonio Gaudí: “La luz mediterránea es la que alcanza la máxima armonía, porque está inclinada a 45º, la cual no incide sobre los cuerpos ni perpendicularmente ni horizontalmente; esta luz, es la luz media, da la más perfecta visión de los cuerpos y la más matizada va­lo­ración”. 

Es una luz que en la pintura se hace agua, pa­ra reflejar co­mo un es­pejo el alma del paisaje; así son las acuarelas del artista Francisco Gombau Blanchandell, las cuales podemos disfrutar en la exposición La luz del Me­di­te­rráneo en la Axarquía y en el Baix Maes­trat, en la sala de exposiciones Cipriano Maldonado de la Tenencia de Alcaldía de Torre del Mar, hasta el 26 de marzo.

A Francisco Gombau lo conocí en el año 2000, con motivo de una exposición en esta misma sala Cipriano Maldonado. En ella nos mostraba sus acuarelas, que nos sorprendieron a todos porque nos cautivó con las marinas del puerto de Caleta de Vélez, donde trabajaba. 

En esa fecha, comenté de él que “es de los seres paridos por la mar, en el puerto de Vinarós (Castellón); corre por sus venas, no sangre sino agua salada. (…) Son sus pinceladas agua de mar, porque así lo requiere la acuarela. Golpea el pincel con valentía, mostrando la firmeza y el dominio que caracteriza a este hombre conocedor de su obra. Él se siente a gusto pintando. Derrocha luz, y la sombra tenue lo envuelve todo de manera tan acertada, que queda en su justa medida la composición. Surge el aire y se respira a mar. El paisaje está tan vivo, porque se oye latir el corazón”.

En esta nueva exposición, sus acuarelas nos muestran la mirada de la luz del Mediterráneo, recorriendo el paisaje de su tierra natal, Vinarós, hasta la Axar­quía, donde re­side. El ar­tista vuelve de nuevo, co­mo le pa­saba a Joa­quín Soroya, a la querencia de plasmar las escenas cotidianas de las faenas del mar, del paisaje de sus calles. Ahora lo hace con melancolía, queriendo atrapar los instantes de ánimo, que se transfiguran en miradas de luz, a modo expresionista; alcanzando ese diálogo con el espectador. 
Porque Francisco Gombau nos dice: “El ánimo lo es todo, porque las acuarelas son hijas de mi alma”. Es sabedor de que la luz sólo se atrapa cuando se interioriza. Porque, como Wassily Kandinsky, nos dijo, “el artista es la mano que hace vibrar el alma humana”. Cada escena es un instante, una mirada de luz, que Gombau como poeta nos regala y comparte con nosotros. 

Francisco Gombau me habla de la elaboración de la acuarela, la compara con la fugacidad de la vida. Porque piensa como el pintor francés Claude Monet: “La naturaleza no puede ser reducida al orden y no puede quedarse quieta esperando. Debe ser atrapada, bien atrapada”. Gombau es consciente de ello, intuye que cada pincelada debe ser un acierto, para atrapar esas sensaciones que aparecen y desaparecen.