martes, 23 de abril de 2024 13:42h.

La ventana que nos mira

Columna de José Marcelo

Hay miradas que nos seducen, que nos sonríen, que nos interrogan…, pero también hay miradas cómplices que nos atrapan por el modo en que nos miran. Nos asomamos desde la ventana de nuestra casa y contemplamos el paisaje urbano y vemos las calles, las plazas, cómo caminan los transeúntes y transitan los vehículos de locomoción. Pero no somos conscientes de que hay otras ventanas que nos miran y nos observan como nosotros hacemos. Esto me hace reflexionar y preguntarme qué buscamos, qué queremos cuando nos asomamos a esa ventana digital de internet, que es irreal, que es un abismo donde nos perdemos. Buscamos conocimiento o bien queremos mantener una interrelación, en la cual recibimos y trasmitimos información.

El filósofo alemán Friedrich Nietzsche nos habla sobre la mirada y el abismo, y nos dice: “Si miras durante largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”. Este pensamiento se puede aplicar a la ventana de internet que es un profundo abismo que mira dentro de nosotros, nos conoce y nos utiliza.

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han en su libro Psicopolítica nos habla del poder que adquieren las redes de internet al poseer tanta información sobre los internautas, cuyos datos personales se capitalizan y se comercializan por completo; siendo clasificados los usuarios por categorías de paquetes de datos, susceptibles de ser explotados económicamente. 

Este modelo que impone la red de internet lo denomina Byung-Chul Han ‘dataísmo’, que consiste en acumular datos para actuar como un ‘ente totalitario’, que pretende superar toda ideología e individualidad de la persona; queriendo lograr la uniformidad de los individuos y convertir a la sociedad en  masa fácil de ser manipulada. La necesidad de utilizar las redes de internet nos convierte de alguna manera en esclavos.

El dataísmo surge actualmente como una nueva filosofía emergente que nos aleja de la naturaleza, del romanticismo. Todo lo captamos para digitalizarlo y guardarlo sin vida. Los recuerdos ya abandonan esa capacidad de narrar y contar historias, y son sólo imágenes acumuladas.

Los juegos de antaño han desaparecido, aquellos que se inventaban, que se narraban y exigían el contacto humano. También la escritura manuscrita de las cartas donde quedaba reflejada la personalidad. 

Actualmente, la comunicación social en las redes sociales se restringe al ‘me gusta’ como modo de juego que se comercializa. Cuya actividad corre el peligro de destruir la verdadera relación humana.

Esta reflexión que os hago, obtendría resultado si valoramos lo que podemos perder y aprendemos a utilizar bien lo que poseemos. Porque la dificultad no está en expresarse libremente, sino en crear espacios libres de soledad y silencio en los que encontremos algo importante que decir.

Es importante mantener viva esa mirada que nos invita a descubrir, tal como el novelista francés Marcel Proust nos enseñó: “El viaje real de descubrimiento no consiste en ver paisajes nuevos, sino en mirar con distintos ojos”.