viernes, 26 de abril de 2024 00:03h.

Cuarenta emociones junto al lago

Artículo de José Marcelo

La vida se nos da como una ofrenda para vivirla; viene cargada con una herencia de nuestros antepasados. Nacemos frágiles, necesitados de cuidados. Buscamos las razones para vivir cuando tomamos con­s­ciencia de que hemos nacido. 

En estos tiempos de prisas, no nos detenemos para reflexionar, porque entendemos que lo prioritario es exprimir el tiempo como producto, y no como un bien para vivir. Es necesario hacer una parada en el camino y mirar hacia nuestro interior, para encontrar “sueños reveladores ahondan en los recuerdos / y se adentran por temibles y abruptos senderos/ (…) descifran enigmas dormidos en el tiempo”. Esta bellísima reflexión pertenece al libro Cuarenta emociones junto al lago, de la poeta Remedios Aguilar, nacida en Torre del Mar. Ella plantea la coherencia de la vida, siguiendo como método la bioneuroemoción de Enric Corbera.

La autora, en su retiro, realiza una introspección en la cual le afloran los miedos. Piensa que “el miedo a la muerte puede que tenga que ver con todos mis miedos. En el fondo, quizá sea el miedo a vivir”. La vida nos pesa cuando no se superan las vivencias negativas y no se toma consciencia de la carga de nuestra herencia, o bien se tiene demasiado apego a lo material de la vida. 

Remedios Aguilar prosigue reflexionando y nos dice: “Cuando una persona no vive su vida, sino la de los demás, no está en armonía; lo que piensa, dice y hace no está en concordancia”. Como consecuencia, estas actitudes de disconformidad con la vida provocan enfermedades con origen emocional. 

La soledad es el estado que Remedios Agui­lar utiliza para el ejercicio de reflexionar y  de encontrarse consigo mis­ma, lo hace en contacto diálogo con la naturaleza. Des­cu­bre como poeta que “hay caminos que dejan que el arrullo/ de los sentimientos heridos/ se asomen libres por el sendero del tiempo. (…) Que debe poner atención al murmullo an­tes que éste se con­vierta en un gri­to desgarrador”. Co­mo persona se enfrenta a su realidad interior en ese viaje hacía los ínferos del ser. Apa­re­cen las dudas, los miedos… Se hace las preguntas: ¿Por qué de la existencia de la vida? ¿Para qué tantas emociones? Esta introspección es, para ella, una necesidad vital de autoconocimiento. 

Va encontrando las respuestas, y concibiendo que su ser y el universo están conectados por una ‘Energía Consciente y Creadora’. Llegando a la conclusión filosófica panteísta de la unidad: ‘Todos somos Uno’. A partir de este pensamiento encuentra razones para vivir, nos dice: “Yo me uno a ese otro grupo que pone su granito de arena, para trasformar este mundo en otro nuevo, donde no haya violencia, ni injusticias, ni enfermedades… Me uno a ese cambio de paradigma”. 

Entiende que el amor es una energía vital que le hace trascender como humana. Que para amar, hay que hacerlo en libertad: “Te amo libremente, porque amo tu libertad, igual que la mía”.