viernes, 29 de marzo de 2024 00:00h.

Los nombres de los colegios

Artículo de Francisco Montoro

Hace más de un año, a principios de octubre de 2017, número 197 de este periódico, publicábamos un artículo que­­jándonos del cambio de nombre de la Calle Hospitalico de Vélez-Málaga. Y hace treinta y muchos años, en el diario Sur publicamos un artículo titulado Los nombres de las calles y los ayuntamientos democráticos. En él defendíamos la tesis de que, ante la moda que surgió de modificar los nombres a las calles, estábamos en desacuerdo y que estos se deberían de mantener, para asumir y conocer nuestra historia, salvo contadas excepciones, que detallábamos. 

Ahora ha saltado la polémica en la ciudad por el cambio de nombre a los centros educativos José Luis Villar Palasí y Augusto Santiago Bellido, en virtud de la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía 2/2017, de 28 de marzo, que en su disposición adicional segunda establece la retirada de elementos contrarios a la memoria democrática.

Respecto a José Luis Villar Palasí hay que decir que fue un intelectual y político español, ministro de Educación, entre mayo de 1968 y junio de 1973, que será recordado en la Historia por la Ley General de Educación de 1970, el mejor cuerpo legislativo en el mundo de la enseñanza, desde la famosa ‘Ley Moyano’, del siglo XIX -concretamente de 1857- a la que la Ley General de Educación derogó. La Ley de Villar Palasí supuso un paso adelante en el mundo educativo, como no se había conocido en todo el siglo XX, dignificando la profesión de los enseñantes y estableciendo la enseñanza obligatoria y gratuita hasta los 14 años, además de promover que en las regiones españolas donde junto al español se utilizara otra lengua, se estudiaría obligatoriamente una asignatura de castellano.

Este profesor y político, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras, y Catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad de Madrid, fue, pues, el padre de la EGB (Educación General Básica), el BUP (Bachillerato Unificado Polivalente), la FP (Formación Profesional) y la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia). Y fue por todo ello por lo que el claustro del colegio nuevo, en Vélez-Málaga, nominado provisionalmente ‘Zona Norte’, decidió, por unanimidad del claustro, que recibiera el nombre oficial de ‘José Luis Villar Palasí’. Lo que, cubiertos todos los trámites administrativos, así ocurrió. Cosa que medio siglo después, ahora se revoca. 

Respecto al nombre del centro Augusto Santiago Bellido, que tiene tal denominación -también a petición del claustro- desde que se construyó, supone, a nuestro entender, otro error su modificación, dado que las razones que fueron esgrimidas en su día fueron que no tenía mucho sentido ‘educativo’ que un lugar destinado a la formación de niños se llamara ‘¡Reñidero!’, por lo que se buscó otro nombre acorde con los objetivos educativos de la institución. Desconocemos el proponente, que no fue la familia interesada, eligiéndose el de un muchacho de 16 años que resultaba ejemplo de respeto y amor filial. Fue muerto violentamente durante la Guerra Civil porque no quiso separarse de su padre cuando fue llevado a la ejecución (sin un juicio justo). Por cierto, su padre, don Rafael Santiago Valle, había sido alcalde de Vélez-Málaga (creo que elegido democráticamente) desde el verano de 1927 a la primavera de 1931.

Los argumentos que se han esgrimido para el cambio de denominación de que “...presumimos que el actual nombre está relacionado con un ‘personaje’ del bando sublevado franquista durante la Guerra Civil...” es errático, y la familia en cuestión aceptó el nombre al colegio “...como ejemplo del derecho de todo niño a la vida y a una Justicia justa, en representación de todos los jóvenes veleños muertos en tan cruel guerra, para que de ésta se aprendiera y jamás se repitiera...”.

Las modificaciones de los nombres de los dos colegios veleños, y sus respectivos expedientes, están salpicados de deficiente información, escaso cuidado en las motivaciones, abundantes faltas a la verdad, etc., etc. Estamos ante un caso evidente de creación de un problema (en este caso dos) donde no existía.

Seamos justos con el pasado y no modifiquemos apresuradamente las denominaciones de las calles, plazas, avenidas, colegios… sin la obligada reflexión e información. Y si alguna no nos gusta, pensemos en las razones -habría que investigarlas- que en su día se esgrimieron para darles tal denominación. La historia hay que asumirla y es bueno que se recuerde, incluso para aquellos casos en los que lo deseable es que no se repita.