jueves, 28 de marzo de 2024 09:28h.

La ortografía

Columna de Francisco Montoro

Yo también tengo faltas de ortografía, confesaba Dámaso Alonso al diario ABC, siendo presidente de la Real Academia de la Lengua Española. Y es que, es verdad, fallos ortográficos tenemos todos. Si bien hay que admitir que unos más que otros, y algunos más significativos que otros. Por motivos sorprendentes, se nos atascan a todos determinadas palabras y, a veces, las dudas nos asaltan y nos torturan a la hora de escribir.

Etimológicamente, ortografía significa escritura correcta (‘orto’ = derecho o correcto, y ‘grafía’ = escritura). Y la verdad es que la ortografía castellana resulta complicada por el uso de letras que tienes sonidos iguales (b, v; y, ll; i, y; q, k...), letras que no tienen sonido (h), incluso normas caprichosas (se escribe ‘m’ ante b y p), incluso letras que suenan distintas según la vocal a la que se unan (ce, ci distinto a ca, co y cu...)... En fin, un galimatías al que se unen el uso de mayúsculas y minúsculas, acentuación adecuada, con el correspondiente empleo de tildes, signos de puntuación...

Todo ello hace que el castellano, -contra lo que podamos creer-  no sea un idioma fácil de aprender, tanto en lo referente a pronunciarlo, como en cuanto a lo de escribirlo. A ello se une una tremenda riqueza en vocabulario, con múltiples vocablos para un mismo sig­ni­ficado, palabras plurivalentes, modismos, modificaciones por contextos, etc., etc., etc.
Una buena ortografía siempre fue un buen adorno para cualquier ser humano y en las escuelas las correcciones ortográficas, en aplicación de las normas correspondientes, suelen ser tarea obligada en la currícula, convirtiéndose en un cierto tormento para los estudiantes. Profesores que son más exigentes en el asunto y otros más laxos, pero, por lo general, los españolitos alcanzan un nivel ortográfico aceptable, que, incluso, continúa con los años mejorando, como fruto de lecturas o prácticas profesionales posteriores a la época escolar.

Por lo general, existe una cierta tolerancia y ‘comprensión’ cuando aparecen errores ortográficos en la vida común, y no resulta fácil observar que -salvo casos de extrema confianza- se produzcan correcciones o modificaciones a próximos durante la marcha.
Las personas de más edad suelen estar más atentas a la ortografía. Mi abuela me decía que quien usa bien la ortografía sabe poner las cosas en su lugar, y que se puede confiar en esa persona, porque, si respeta las formas correctas de las palabras, cabe suponer que sabrá respetar otras cosas más importantes...

Lo cierto es que no se puede exigir igual calidad de nivel ortográfico a un maestro, a un mecánico, a un periodista, a un publicista... Porque, aunque en todos los casos los errores deben ser subsanados, hay algunos cuya repercusión tienen más transcendencia. Un cartel con un error ortográfico es más grave que una nota privada; un comunicado público con una errata suele molestar más de lo normal a la opinión pública que lo lee; una lápida conmemorativa con un lapsus ortográfico resulta más grave que otros escritos...

Un error ortográfico en el nombre de una calle, en una señalización de tráfico, en las indicaciones de un monumento..., tienen, además, el inri de que suponen una desinformación, educar en el error o, como poco, muestra dejadez y poco cuido y respeto a las normas...

Se podrían citar infinidad de casos en que ocurre lo que decimos, pero solo vamos a referirnos a uno en particular, como muestra de lo que argumentamos: la señalización de tráfico en las autovías. Desde Málaga a Vélez-Málaga, trayecto que hacemos con frecuencia la inmensa mayoría de los veleños y axárquicos (a los que nos referimos) podemos observar ‘Almeria’ sin tilde en la ‘í’, ‘Motríl’ con una tilde en la i que sobra, Vélez-Málaga sin guion, ‘Malaga’ sin tilde, etc., etc., y sin criterio fijo: unas veces escrito bien y otras mal. 

No es aceptable. Los responsables públicos deben tomar cartas en el asunto. Quien se equivoque, que corrija. El funcionario, el técnico. el rotulador que lo ha hecho debe rectificar y, creo, a su costa.

¿O nadie es responsable  y nos quejamos luego de la mala educación popular?