jueves, 28 de marzo de 2024 00:05h.

De la Dictadura a la República

Artículo de Francisco Montoro

El 13 de septiembre de 1923, el general Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, dio un golpe de estado y proclamó una dictadura militar. Casi todo el mundo interpretó el hecho como algo que respondía a una auténtica necesidad. Entre 1923 y 1926, España fue gobernada por un directorio militar, y, más tarde, entre 1926 y 1930, un gabinete civil, ambos presididos por el general golpista. El país entraba en una fase de prosperidad sin precedentes.

La época va a coincidir con lo que en Europa se ha venido a llamar los felices años veinte. El mismo dictador concebía esta etapa como un paréntesis, dando por supuesto que, pasado un tiempo, habría que volver a la ‘normalidad’. A finales de los años 20, ante la pérdida de popularidad, Primo de Rivera se plantea su dimisión, que hace efectiva en enero de 1930.

Aunque durante su etapa había gobernado con mas aciertos que errores, la verdad es que los problemas de fondo seguían siendo los mismos, y, al parecer, solamente se habían arrinconado. A finales de los años 20, a la oposición de los intelectuales, los socialistas, los contribuyentes y hasta muchos militares, viene a unirse la catástrofe de la economía occidental de 1929-1930 conocida como la Gran Depresión. Quince meses más tar­de de la caída de Primo de Rivera cayó la Monarquía y se instauró la II República. 

¿Cómo se vivía en la capital de la Axarquía estos años? ¿Cuál era la imagen de Vélez-Málaga en el tránsito de los años veinte a los años treinta, coincidentes con la mutación dictadura-república?

En 1929 era alcalde de Vélez-Málaga don Rafael Santiago Valle y primer teniente de alcalde don Francisco Nieto Fernández. La población del municipio era de 26.256 habitantes y el presupuesto municipal ascendía a la cifra de 547.809,50 ptas. que se distribuía en los siguientes capítulos: 
A) Obligaciones generales (160.­602,12),

B) Representación mu­nicipal (4.500,00),

C) Vigilancia y seguridad (26.405,00),

D) Policía urbana y rural (31.095,00),

E) Recaudación (29.500­,00),

F) Personal y materiales oficinas (59.620,00),

G) Salubridad e higiene (35.365,00),

H) Beneficencia (65.­802­,­00),

I) Asistencia social (3.000,00),

J) Instrucción pública (32.426,38),

K) Obras públicas (75,153,00),

L) Fomento de intereses comerciales (6.500,00),

M) Agrupación forzosa de municipios (7.­860,­00),

N) e Imprevistos (10.000,00).

Las fiestas oficiales eran las ferias de San Miguel y la Veladilla del Carmen; pero la fiesta más popular y divertida resultaba ser la de carnaval, con gran cantidad de comparsas y murgas que cantaban las letras de Amadeo Téllez, Juan Guerra, Fernando Larios y Margarita Ramírez, entre otros. Los bailes se celebraban en el Teatro del Carmen y en el Café Niza, y el desfile de máscaras, con batalla de confetis y serpentinas, en la Plaza del Carmen. 

En la Semana Santa se distinguía la Cofradía del Santo Sepulcro como la pieza clave de los desfiles procesionales, y el Miércoles Santo, como curiosidad, se procesionaba a San Pedro, en un pequeño trono, seguido a pie por los demás apóstoles. Eran cofradías destacadas la del Cristo del Mar, la de la Santa María Magdalena, Jesús Orando en el Huerto...

Había tres cafés (ABC, Rinconcillo y Niza) y muchas tabernas, siendo la más antigua la del ‘Picapedrero’. El cine, mudo, en el Teatro del Carmen, con función diaria si la película era por capítulos, o un día sí y otro no si eran normales. El Teatro Principal era el local de espectáculos más distinguido, por el que desfilaban las mejores revistas y compañías de comedías, llegando algunas a mantenerse en cartel durante dos meses.

El fútbol hacía furor. El Vélez FC era un gran equipo que jugaba en el ‘campo chico’, en un tejar, siendo el precio de la entrada 50 céntimos. Eran jugadores indiscutibles Casamayor, Quero, Fenech, Castaño, Bernardo, López Fuentes, Castillo, Barranquero, Jurado...

La estación del ferrocarril se había convertido en el lugar más habitual para los paseos, resultando gran diversión las salidas y llegadas de trenes.

A Torre del Mar se iba en diabla, que valía 0,5 ptas. por persona. Un kilo de pan costaba 30 céntimos. Seis particulares tenían automóviles en todo el municipio y no llegaban a la media docena los receptores de radio. Muy pocas personas en verano se bañaban en la playa y, era tal el atraso cultural, que, además, resultaba necesario cuidar que esos baños fuesen en días nones..., porque “en los días pares salían granos con el agua del mar”...

¡Qué tiempos!