sábado, 20 de abril de 2024 00:26h.

La era de la mentira

“Se miente más que se engaña,/ y se gasta más saliva/ de la necesaria”. Estos versos ponía Antonio Machado en boca de Juan de Mairena y, a decir verdad, así es en muchos casos: se miente, pero eso no significa que se engañe.

Para que una mentira cumpla su función,  quien la escucha ha de creérsela.  Esto es de Perogrullo, como diría Mairena. No puedo decir que hoy se mienta más que ayer; asegurar tal cosa requeriría por mi parte un estudio para el que no me siento capacitada. Pero que la mentira llega más lejos y a más gente, eso sí  es una evidencia a ojos de todos. Decir medias verdades, tergiversar realidades y manipular conceptos se ha convertido en el pan nuestro de cada día, en lo político y en lo social

El Premio Nobel José Saramago calificó nuestra época como la Era de la Mentira. Cuanto más ingenuo es un pueblo, mejor se le puede manipular. Lo increíble, o no, es que hoy, con tantos medios a nuestro alcance y tanta información disponible, sea tan sencillo engañar. Puede ser porque, en la actualidad,  la noción de pueblo ha perdido su sentido y la mentira es global. Aquí y en la Conchinchina se construye el mismo relato. El relato de los poderosos. Pero... cómo separar el trigo de la paja? 

Quizás, en vez de aventar, habría que pararse, relajarse, mirar y ver lo que tenemos a nuestro alrededor, pensar sobre lo que nos dicen, reflexionar y sacar nuestras propias conclusiones. Seguro que, del fondo de nuestro armario, surge una respuesta. La verdad suele vestir con sencillez.

Cuando la mentira es utilizada por el poder para manipular las conciencias, hay que atarse bien los zapatos, no vayamos a caer, enredados con nuestros propios pasos  (la Historia tiene ejemplos muy ilustrativos). Y cuando hablo de poder no me refiero al gobierno de turno. Ya somos mayores y sabemos que en este mundo quienes mandan son los que tienen los medios económicos y financieros. Estos son los dueños de todo, incluso de esos algoritmos con los que -dicen- nos proporcionan un trato personalizado.

Por un lado somos meros datos estadísticos: la estimación del voto,  los muertos de cualquier guerra, las asesinadas, los parados, los enfermos, la pobreza, la hambruna… Todo es reducido a números. 

Por otro, con sus fórmulas matemáticas, se frotan las manos creyéndose conocedores de los sueños y deseos de cada uno: más manipulación y más ganancia.

Machado decía: “Por muchas vueltas que le doy, no hallo manera de sumar individuos”. Y es que no se pueden sumar peras y manzanas. Somos hermosamente desiguales y únicos.

Pues bien, hay listillos que creen saber quién es pera y quién manzana. Nos catalogan y piensan que nos conocen. Nos advierten de lo que nos conviene y, cual oráculos invisibles, además, pretenden que les creamos ciegamente. A estos habría que decirles: “¿Tu verdad? No, la verdad, / y ven conmigo a buscarla. / La tuya guárdatela”.

Yo coincido con Machado y su Juan de Mairena: “El hombre ama la verdad hasta tal punto, que acepta, anticipadamente, la más amarga de todas”.