El canto más triste
Se cumplen ahora veinte años del 11M, aquel horror sangriento que nos despertó una mañana con sonidos e imágenes escalofriantes del atentado terrorista que costó la vida a ciento noventa y dos personas.
Se cumplen ahora veinte años del 11M, aquel horror sangriento que nos despertó una mañana con sonidos e imágenes escalofriantes del atentado terrorista que costó la vida a ciento noventa y dos personas.
Solemos echar de menos en nuestras ciudades lugares de esparcimiento, espacios libres de tráfico, zonas verdes para hacer deporte o pasear.
Estaban a lado y lado de una calle amplia que recorría cada día para ir al instituto. Eran unos hermosos árboles de troncos rugosos y ramas abiertas frondosas de hojas, que veían pasar la vida de aquella calle animada donde yo vivía.
Vuelvo a asomarme a esta ventanita de papel donde la palabra escrita vuela libre aireando noticias, emociones o pareceres de lo cotidiano, y nos acerca a la mirada crítica, casi siempre amable, del lector.
Sentada junto al mar de mis veranos, bajo la sombrilla que me presta su gratificante sombra de colores vivos, que van palideciendo, envejeciendo conmigo al sol de mañanas luminosas, ardientes, saladas y azules, que me acompañan desde siempre, me dejo llevar por la brisa marina que apenas mueve el volante de espuma que se me acerca con su relajante vaivén de ola.
Sentada junto al mar de mis veranos, bajo la sombrilla que me presta su gratificante sombra de colores vivos, que van palideciendo, envejeciendo conmigo al sol de mañanas luminosas, ardientes, saladas y azules, que me acompañan desde siempre, me dejo llevar por la brisa marina que apenas mueve el volante de espuma que se me acerca con su relajante vaivén de ola.
Miro su fotografía posando en un lugar que me es cercano, que suelo visitar de vez en cuando. Está sentado entre los azules y amarillos que embellecen un banco de cerámica que invita a descansar.
Sonaban las campanas del convento cuando me acercaba a ella; la Plaza de las Carmelitas estaba animada, la gente disfrutaba de la placidez de la tarde charlando tranquilamente en las mesas de las cafeterías, en los bancos de madera o deambulando entre los magnolios, testigos mudos del ir y venir de la vida veleña.
Subo las empinadas calles que me llevan a la iglesia de Santa María para oír en tan hermoso templo un concierto didáctico de música andalusí.
Estuvimos con él en una entrañable reunión familiar en el pueblo de sus veranos de infancia. Junto al mar, en la arena gris de sus recuerdos, al aire y al sol de Torre del Mar, evocábamos lejanos días azules mientras disfrutábamos de la brisa marina y del pescaíto que echa de menos en EEUU, donde vive y trabaja desde hace ya muchos años.
Estaba sentada en la heladería saboreando la tarde abrileña, disfrutando el calor familiar y el sabor a verano de su helado de piñones. Encantadas de vernos, nos saludamos como siempre, con la alegría y el desenfado de dos amigas que se aprecian realmente y han compartido momentos especiales.
Fue en el callejón de San Agustín donde la oí por primera vez. Después de ver pasar el Cristo de la Agonía entre inciensos y la música de cornetas y tambores que le acompaña siempre por la estrecha calle, una música excelsa, suave, elegante y solemne llegaba meciendo a la Virgen de las Penas, que venía detrás luciendo su original manto de flores nuevas.
Siempre me han gustado los pájaros. Desde pequeña, su presencia en nuestra casa era una constante, mi hermano era un entusiasta y hábil rescatador de pajarillos desvalidos que se caían de los nidos.
Repaso la actualidad de este lunes de febrero haciendo un alto en la lectura de un nuevo libro que me está encantando. Hoy, día 20, es uno de esos tres días al año en los que se rinde homenaje al gato, ese felino de tacto sedoso, elegante, sigiloso y nada servil, que durante muchos años ha sido un fiel compañero de vida, entrañable, cariñoso...
Si te sientes sola y no estás bien, no te preocupes, es la hora del blues... Lo dice, cantando en el papel, Jesús Aranda, en su libro Palabras Hechas, una recopilación de canciones y poemas que sale al aire al amparo de la hermosa colección Poemarios, de Libros de la Axarquía
Escribo con ella precisamente hoy, que se celebra el Día de la Escritura a Mano, un día que pretende concienciarnos de lo importante que es, en este tiempo de tecnologías tan avanzadas, no perder el hermoso hábito de escribir a mano, con lápiz, con bolígrafo, con pluma.
Escribí sobre ellos hace tiempo, cuando esos dos ficus centenarios lloraban su pena de ausencia por el arco de ladrillos donde se apoyaban y que desapareció del paisaje veleño un día cualquiera.
Alrededor de una mesa sencilla, con el mantel lagarterano que vestía las ocasiones especiales, junto a la chimenea donde crepitaban las piñas, un Belén, decorado con musgo fresco por entusiastas manos infantiles, presidía la cena.
Con la animación de las ocasiones especiales, el Teatro del Carmen abrió sus puertas para vivir, un año más, la entrega de los Escudos de Oro a personas o colectivos sociales que, de alguna manera, engrandecen con su trabajo la ciudad de Vélez-Málaga.