viernes, 19 de abril de 2024 00:00h.

Ver más allá del paisaje

Artículo de José Marcelo

“El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos”, decía Marcel Proust. Esta reflexión nos invita a viajar, a comprender que la vida es  también un viaje de descubrimientos. Que lo más importante no es el destino, sino el camino andado. Cuando todo un planeta se pone a nuestros pies, dan ganas de coger la mochila y andarlo para enfrentarse a la pluralidad y diversidad de sus culturas. La mayoría lo hace en el periodo de vacaciones como turistas, muy pocos son los atrevidos que viajan por su cuenta y riesgo como peregrinos. El turista verá sólo el paisaje, el peregrino lo siente y lo vive.

Pero ambos tienen delante ese paisaje natural y humano distinto al suyo.

Ver más allá del paisaje va suponer realizar el ejercicio de ir contra nuestro egoísmo e individualismo, que nos pone a prueba,  que nos permitirá conocer mejor al país extranjero que visitamos. El paisaje natural será sólo un pretexto para saber del ser humano que lo habita.

Al viajar se vive el presente, y se experimenta con los cinco sentidos las diferencias culturales: de lengua, de pensamiento, de gastronomía, de hábitos, de costumbres… Pero cuanto más abismales sean las diferencias, mejor. Porque nos vemos reflejados en un espejo que nos  muestra cómo somos, y cómo es el género humano. Se llega a la conclusión de que es más lo que nos une, que las diferencias que se dan. Necesitamos comunicarnos y sentir afecto. Viajar es una manera de medirse ante las circunstancias que se presentan, de conocer, de  conocerse a sí mismo. Hay que valorar la hospitalidad que se recibe en el viaje, porque es muestra de universalidad, y, por nuestra parte, de aceptación de su cultura. 

Se puede elegir viajar solo e ir a la aventura, o como turista organizado por una agencia, en las dos modalidades es enriquecedora la convivencia humana. Cuando se viaja  a la  aventura, la relación humana es directa con la población nativa. Y como turista, la relación humana se da con el grupo de personas que coinciden en el viaje, con la particularidad de que provienen del mismo país pero de distintas regiones, lo que produce un reencuentro cultural y emocional.  Porque el paisaje humano no se conforma sólo con ser contemplado, exige ser penetrado hacia su interior, darse a conocer.  

El paisaje natural exige que se contemple como belleza, pero también ver más allá y saber que detrás hay una historia,  que  tras las piedras de ese rocoso acantilado están las huellas de animales y seres humanos, verlas como seres vivos que nos muestran el tiempo y perviven en el tiempo.  

El paisaje urbano nos invita a vivirlo, a interiorizar que tiene un pasado y un presente que habla del ser humano. Las ciudades están muy vivas reconstruyéndose día a día.

La visión global del mundo tiene de bueno la cercanía que nos ofrece, la universalidad que nos demanda, porque hay que ir al entendimiento cultural de los pueblos; esto se logra teniendo conciencia histórica, la cual fortalece nuestros sentimientos humanitarios.

La finalidad del viaje es la búsqueda de horizontes nuevos, de iniciar un cambio cada amanecer, de comprender por qué la vida continúa y permanece.