martes, 16 de abril de 2024 18:30h.

El camaleón de Triana

Columna de Margarita García-Galán

Fui a ver el mural que, desde hace unos días, embellece el monolito de entrada al pintoresco pueblecito veleño que por estar, como el barrio de Sevilla,  “al otro lado del río”, se llama Triana. Por una carretera entre árboles frondosos donde sobresale el encaje verde de los aguacates que proliferan en el paisaje axárquico, llegamos al precioso mural que nos da la bienvenida con una estampa atrayente y colorista que invita a pararse y hacerse una foto. ‘Triana. Corazón de la Axarquía’, dicen las letras negras que destacan en el blanco inmaculado de la cal. Al primer golpe de vista, la estampa transmite paz.

En un marco de ladrillos rústicos, un cielo de limpio azul ilumina el perfil del paisaje que rinde homenaje a la tierra veleña. En el monte más alto, la Torre Atalaya, vigilante incansable que mira al pantano y se recrea, con las mejores vistas, en la belleza del entorno veleño que conoce bien. Más abajo, envuelta en espiritualidad, la Stupa,  un lugar para la meditación que, según los budistas, atrae el bienestar social, estabiliza los fenómenos atmosféricos y reduce el sufrimiento. Los credos, la Historia..., nada de eso parece importarle al verdadero protagonista del mural, el pequeño camaleón, vestido de verde  intenso, que con sus dedos de pinza y su cola prensil se aferra con fuerza a la rama de un árbol que le da cobijo. Me acerco, me mira curioso con uno de sus ojos independientes, al tiempo que con el otro mira los hermosos racimos de aguacates que, como pendientes de esmeraldas, parecen colgar del cielo. Pepe Gálvez, escultor-ceramista veleño, que nos tiene acostumbrados a su buen hacer, a su buen gusto y a su sensibilidad de artista genial, ha dado vida al pequeño y pacífico dragón, en perfecta armonía con el paisaje fértil que conoce bien.

El camaleón de la Axarquía, Chamaeleo chamaeleon, vive protegido en esta tierra desde que el Ayuntamiento de Vélez-Málaga aprobó impulsar un programa que garantiza su supervivencia.
Me fascina este animalillo milenario, silencioso y lento que inspira ternura. Estuve una vez entretenida durante unos días mirando embelesada, en un jardín familiar, su ir y venir por las ramas de un hermoso almendro que era, en aquellos días de verano, testigo mudo de su tiempo de amor.

No me cansaba de mirar su lento caminar por las ramas del árbol que era el perfecto cobijo para su íntima entrega al juego amoroso. Después se fue, desapareció del almendro y ya no lo vi más. Pero siempre que vuelvo a aquel jardín busco entre las ramas del árbol, por si aparecieran los colores cambiantes de su cuerpecillo de dragón que se aferraba con fuerza a las ramas, como el camaleón de Triana. Pepe Gálvez ha inmortalizado en relieve un trocito del hermoso paisaje axárquico, rodeado con mimo por esas pilastras rústicas que son un valor añadido; que aportan calor al color del entorno donde reina por derecho el pequeño saurio que está en la rama tan lleno de vida. Ese camaleón entre aguacates parece que en cualquier momento va a iniciar su paso lento, o a lanzar su lengua larga y pegajosa para cazar, con precisión y a distancia, algún insecto. El artista imagina, dibuja, moldea, colorea un instante para que otros lo contemplen, lo disfruten y lo sientan como lo siente él. Yo he sentido el latido de ese pequeño camaleón como si estuviera vivo dentro de esa piel rugosa y verde que se abraza a la rama. Pepe Gálvez le ha dado vida en ese mural precioso que lo hace eterno. Como dio vida a aquel ángel sin alas que podía volar, o a la menina sin ojos ni boca que me mira y me habla cada día, porque el artista veleño le puso alma a su cuerpo de bronce frío.

Al otro lado del río, en el corazón de la Axarquía, un pueblo nos sorprende con su calma sencilla, con sus casitas adornadas con flores, con la ropa tendida al sol, con la gente amable que pasea sin prisa... Y nos da la bienvenida con ese nuevo vecino de cresta ósea, dedos de pinza y ojos saltones que todo lo ven. El entrañable camaleón, de cuerpecillo verde y alma de barro,  que ha llegado a Triana para quedarse.